Perfectos simples

          Bajo esta denominación podemos citar el pretérito perfecto de indicativo y de subjuntivo. En latín, el pretérito perfecto simple tenía dos significados: indicar acciones que se dan en un período de tiempo que llega hasta el presente, y señalar acciones ocurridas en un tiempo puntual del pasado que ha terminado antes del momento presente. La segunda función es la de nuestro actual perfecto, formado a partir de una forma analítica que consiste en el uso de un auxiliar (ser o haber en castellano medieval y actualmente sólo haber) seguido del participio del verbo que indica la acción. La primera función es la de nuestro actual pretérito perfecto simple o indefinido y desciende directamente del pretérito latino.

          Dentro de este paradigma verbal es importante distinguir entre los pretéritos débiles y los pretéritos fuertes del latín.

          La mayoría de los verbos de la primera y cuarta conjugaciones latinas presentaban perfectos débiles, es decir, presentaban el acento en la desinencia y no en la raíz. Los pretéritos débiles evolucionaron sin perder el morfema aspectual –UI- en la primera y la tercera personas del singular (la tercera persona terminará en –o por la evolución de –UIT, y la primera persona terminará en –e en los verbos de la primera conjugación y en –i en los de la cuarta).

          Por su parte, los pretéritos fuertes, que son aquellos cuya raíz está acentuada y que engloban la mayoría de verbos de la segunda y tercera conjugaciones latinas, no contaban con el morfema aspectual –UI- y, además, al evolucionarse no contaban con una terminación diferenciada para la primera y tercera persona del singular. A fin de evitar esta ambigüedad, los pretéritos fuertes sustituyeron su terminación de la tercera persona del singular por la terminación de la tercera persona singular de los pretéritos débiles (-o). además, los perfectos fuertes latinos no eran fuertes en todas las personas, sino únicamente en la primera y segunda del singular, por lo que, antes de adaptar la tercera persona del singular a la desinencia de los pretéritos débiles, la segunda persona tanto del plural como del singular y la primera y tercera del plural ya se habían transformado de manera analógica con el pretérito débil.

El fragmento del Libro del caballero Zifar presenta un buen número de ejemplos: fue, verbo irregular del latín ESSE, que es uno de los cuatro perfectos fuertes que ha pasado al español (podemos observar que es una tercera persona del singular pero no termina en –o, sino que conserva la –e propia de su evolución); vido, del latín VIDERE y que es otro de estos cuatro perfectos fuertes conservados pero que también presenta analogía con los débiles en la tercera persona del singular (ya que la termina en –o); pregunto, del latín vulgar *PRAECUNCTARE, alteración del clásico PERCONTARI, que es una tercera persona singular de un pretérito débil que evoluciona de manera normal y acaba en –o; pleiteo, procedente del mozárabe a partir de una forma vulgar que es una herencia del griego y que, por consiguiente, no podemos analizar basándonos en el latín; dixo, tercera persona singular del pretérito fuerte de DICERE que adapta su desinencia por analogía con los pretéritos débiles; plogo, pretérito fuerte de un verbo de la segunda conjugación, PLACERE, adaptó su desinencia a las formas débiles; contesçio, del latín vulgar *CONTIGERE y este del latín CONTINGERE, de la tercera conjugación y por lo tanto pretérito fuerte que también adoptó la misma analogía; cuydo, del latín COGITARE, pretérito débil que evolucionó de manera normal; y mando, del latín MANDARE, que también presentaba un pretérito débil y que de igual modo evolucionaba la tercera persona del singular a partir del mantenimiento del morfema aspectual.

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Última actualización: 21/10/2008