Género

        Los sustantivos latinos podían ser masculinos, femeninos o neutros. Este sistema de tres géneros quedó reducido a dos porque se perdió el género neutro, de modo que los sustantivos neutros tuvieron que redistribuirse o bien en masculinos o bien en femeninos. La redistribución de género, unida al desmembramiento del sistema casual y a una serie de ajustes fonético-fonológicos, provocó una serie de cambios a partir de los cuales hay una gran correspondencia entre el género y las desinencias nominales. Así pues, la terminación en –o pasó a percibirse como marca de masculino, y la terminación en –a como marca de femenino.

          Es por eso que los sustantivos latinos de la segunda declinación pasaron al español como masculinos, del mismo modo que los de la cuarta. Los nombres de árboles, aunque eran femeninos en latín, pasaron al español como masculinos porque solían acabar en –us. En los casos donde continúa atribuyéndose el femenino al árbol es porque se le ha aplicado una terminación en –a a partir de la sustitución del sustantivo original por un adjetivo relacionado. Con las denominaciones de piedras preciosas hubo vacilación en la Edad Media, puesto que en latín eran femeninos pese a su terminación en –us. Como resultaba imposible cambiar el género de los términos de parentesco, se optó por modificar la forma.

En esta regla de considerar las palabras acabadas en –a femeninas y las terminadas en –o masculinas, hay dos grandes excepciones: día y mano. Tenemos otras excepciones, como los préstamos de los neutros griegos, que son masculinos acabados en –a (planeta); los masculinos en –a que se originan en femeninos abstractos (el guardia); y los femeninos en –o creados por abreviación o metonimia (la modelo, la foto, etc.).

Los sustantivos masculinos y femeninos acabados en –e o en una consonante no gozan de correspondencia entre género y forma. Por ello es frecuente la vacilación en la Edad Media. Esto produjo una tendencia a integrar estas palabras en las categorías donde sí existe una correspondencia entre género y forma a partir del fenómeno de la hipercaracterización, que consiste en dotar a los sustantivos de una marca clara de género en –a u –o.

La reestructuración se produjo en todos los sustantivos -y no sólo los neutros-, de modo que  el español reanalizó las cinco clases de sustantivos latinas en tres:

1.     Sustantivos en –a:

-          Los de la 1ª declinación latina (femenina). En el texto encontramos: duenna (del latín DOMINA, -AE); leona (del latín LEAENA, -AE); boca (del latín BUCCA, -AE); bestia (del latín BESTIA, -AE); biesperas (del latín VESPERA, -AE); yerua (del latín HERBA, -AE); casa (del latín CASA, -AE); palabras (del latín PARABOLA, -AE); vida ( del latín VITA, -AE); ora (del latina HORA, -AE); tierra (del latín TERRA, -AE); arenas (del latín ARENA, -AE); cosa (del latín CAUSA, -AE); villa (del latín VILLA, -AE).

-          Los femeninos de la 5ª declinación. No encontramos ejemplos en el texto de los sustantivos de la 5ª declinación latina acabados en –es que se reanalizaron como femeninos en –a, pero sí disponemos de la excepción día, del latín DIES, -EI que pasa a la primera declinación y toma el género masculino por una acepción: mediodía.

-          Los sustantivos neutros de la 2ª que se evolucionan a partir del plural: vela (del latín VELUM, -I).

-          Femeninos hipercaracterizados de la 3ª declinación: señora (del latín SENIOR, -ORIS); huespeda (del latín HOSPES, -ITIS); y femeninos hipercaracterizados de la 2ª: amiga (del latín AMICUS, -I).

 

2.     Sustantivos en –o:

-          Masculinos de la 2ª declinación. Los ejemplos del texto son: marido (del latín MARITUS, -I); amjgo (del latín AMICUS, -I); lobo (del latín LUPUS, -I); dios (del latín DEUS, -I); duelo (del latín DOLUS, -I) rayo (del latín RADIUS, -I); viento (del latín VENTUS, -I) y diablo (del latín DIABOLUS, -I).

-          Neutros de la 2ª declinación. En el texto encontramos llano (del latín PLANUM, -I); prado (del latín PRATUM, -I); fijo (del latín FILIUS, -II); reyno (del latín REGNUM, -I) y çielo (del latín CAELUM, -I que ya en latín vulgar tendía a reinterpretarse como masculino de la 2ª en CAELUS, -I).

-          Masculinos de la 4ª declinación: seso (del latín SENSUS, -US); miedo (del latín METUS, -US), truenos (del latín TONITRUS, -US que se reinterpreta como de la 2ª neutro en TONITRUM, -I) y rato (del latín RAPTUS, -US). Existe una excepción que no documentamos en el texto: mano, ya que pese a su terminación en –o conserva el género femenino

-          Neutros de la 4ª declinación. No encontramos ejemplos en el texto.

-          Neutros de la 3ª declinación en –u. Tampoco hay ejemplos.

-          Masculinos hipercaracterizados de la tercera declinación. También carecemos de ejemplos en este fragmento.

 

3.     Sustantivos en –e o en consonante:

-          Gran parte de los sustantivos de la 3ª declinación. Si no tienen un referente sexual presentarán vacilación y pasarán a masculino o femenino de forma arbitraria. Ejemplos del texto: gente (del latín GENS, GENTIS, femenino de la tercera declinación que mantendrá el género); çibdat (del latín CIUITAS, -ATIS que mantiene el género femenino); mar (del latín MARE, -IS, neutro de la 3ª declinación. Aunque en el texto aparece en femenino, aún hoy en día presenta vacilación: el mar/la mar); leon (del latín LEO, -ONIS, tercera declinación masculino. Como tiene un referente sexual, no hay problema a la hora de asignarle género); dolor (del latín DOLOR, -ORIS, tercera declinación masculino que mantiene el género); nave (del latín NAVIS, -IS, tercera declinación femenino. Mantendrá el género femenino); muger (del latín MULIER, -ERIS, tercera declinación femenino con un referente sexual); enperador (del latín IMPERATOR, -ORIS, tercera declinación masculino. Mantiene el género); nuve (del latín NUBES, -I, tercera declinación femenina que mantiene el género); torre (del latín TURRIS, -IS que mantiene el género femenino); merçed (del latín MERCES, -EDIS, mantiene el género femenino); mientes (del latín MENS, MENTIS, femenina en latín y también en castellano) y boces (del latín VOX VOCIS, femenina de la tercera declinación latina cuyo género se mantiene en su evolución al español).

-          Sustantivos de la 5ª declinación que no pasaron a la primera. No encontramos ningún ejemplo en el texto. Recuérdese el comentario que acabamos de hacer en lo referente a DIES -EI.

-          Algunas palabras de la 2ª declinación que cambiaron sus terminaciones. No disponemos de ningún ejemplo en el fragmento que nos ocupa.

-          Algunos sustantivos medievales que no se ajustaban a ninguno de estos patrones pero que durante la Edad Media se acomodaron a la clase de sustantivos en –e o consonante mediante la remodelación de sus plurales. Es el caso de rey, documentado en el texto, del latín REX, REGIS (3ª declinación masculino), que mantuvo el género masculino pero que en un principio formaba el plural añadiendo únicamente –s: reis y que posteriormente se modificó por reyes entrando así dentro de la clase de –e/consonante.

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Última actualización: 21/10/2008